domingo, 21 de julio de 2013

Little green-eyed.

Pequeña de ojos verdes, ¿qué te ocurre?
Demasiado joven para arrepentirte
Demasiado tarde para pensar
Una sonrisa vale, aunque no lo haga la vida
Pequeña de ojos verdes, ¿dónde estás?
Apareciste entre mis brazos
Y desapareciste entre momentos
Mi único apoyo cuando solo quería llorar
Pequeña de ojos verdes, ¿donde vas?
Estar sola contigo es como volar
Seamos esos niños que no quieren encontrarse
Perdámonos en nunca jamás

Y me hallo buscando en tus ojos la gloria,
Susurrando entre sueños, pequeña
Que mi noche es tuya
Y tu mirada es mía

Y haz que el tiempo no corra esta noche,
Y me pierda en tus labios prohibidos
Hazme tuya hasta quedar inconsciente
Y solo quede tu amargo vacío.





domingo, 9 de junio de 2013

~

Nos da pánico hablar de la muerte.
Hablar de qué habrá después de este regalo. Si habrá algo más y mejor como nos ofrecen muchas religiones, o si por el contrario solo encontraremos una oscuridad en la que se resume una vida efímera, tan pequeña como su importancia.
Sin embargo no nos da más pánico perderla con la muerte, sino perderla con vida. No acordarnos de nuestra vida aún siguiendo con esta, ya que es una manera de darte cuenta de que la has perdido.
El hecho de que todos se acuerden de tu vida menos tú. Ver a personas que te dicen que han crecido contigo, cuando ni siquiera reconoces a la persona que hay frente al espejo.
Ser consciente de que lo has perdido todo, y que te queda apenas nada.
Sensación de no haber vivido, y de ser público de tu propio funeral.
Porque lo que hace a una persona no es su existencia, sino lo que ha hecho a lo largo de ella.
Y es angustia. Angustia de saber que has vivido, pero no saber el qué. Angustia de haber perdido todo lo que tenías, si acaso tenías algo. Estar pero no estar. Vivir por vivir, rodeado de gente, pero en eterna soledad.
Y es que nos pasamos la vida llenándola de recuerdos que a lo mejor algún día olvidaremos.
Todos y cada uno de ellos.
Llenándola de personas importantes para ti que dejarán de serlo inevitablemente.

Y no se si voy a tener esa mala suerte.

Pero lo único que se es que si me pasa, quiero que merezca la pena llorar por haber perdido mis recuerdos.
Que haya un "todo" que perder.
Y que ese "todo" esté lleno de buenos momentos rodeada de buenas personas.
Buenos momentos con vosotros.
Buenos momentos contigo.

Que seáis la razón por la que no quiera olvidarme de nada.




domingo, 19 de mayo de 2013

Libertad.

Hay veces, que sin quererlo, nos vemos actuando como niños. Pataleando porque no nos ha salido bien una cosa, haciendo cosas que hacíamos cuando teníamos 5 años, llorando de la rabia en vez de afrontar los problemas con madurez...

Cada vez que me hablan de la infancia no puedo evitar pensar en el superhombre de Nietzsche. Ese niño salvaje, que no está influenciado por ningún dogma ni ley moral, que actúa según sus propios instintos y peticiones, que no conoce nada más allá de su propio ser. Ese niño ignorante. Ignorante de todo lo ajeno a él. Ignorante de las consecuencias de sus actos. Que se mueve por lo que le apetece, rozando una especie de egoísmo inocente.
Ese niño que actúa con libertad. Libertad que se va viendo cohibida poco a poco por castigos que no comprendemos, y que posteriormente se nos van explicando con leyes. Leyes que asumimos, convirtiéndose nuestra vida ya no solo dependiente de nosotros, sino dependiente de todo un mundo.

Pues bien, esa huida de la madurez algunos pueden pensar que es debida al miedo. Miedo de crecer. Miedo de no acertar en tus decisiones y volver a ser niño solo porque así te sientes protegido.
Yo no creo que sea miedo lo que nos lleva a actuar de esa manera, sino la necesidad de libertad.
Libertad de hacer lo que quieras.
Sin pensar en lo que debes o no debes hacer. Sin pensar en las personas a las que puedes afectar.
Volvemos a esos momentos del pasado en el que no existía nada más que tú y el mundo por descubrir, sin ataduras, sin castigos, jugando con los muñecos como si esa fuera la mejor inversión de tu tiempo, riendo como si no hubiera preocupaciones.
Pero aunque queramos ser libres sabemos que no podemos. Que no está bien hacer ciertas cosas, y que no solo estás tú en el mundo. Ese egoísmo inocente del niño se convierte solo en egoísmo.
Y sabes que ya no eres salvaje, sino civilizado. Pero aunque lo sepas, una parte de ti tiende a esa salvajidad. A comportarte como un niño. Aunque sea durante un periodo corto de tiempo. Pero lo haces, y no a propósito.

Sentimos que necesitamos esos ratos de libertad para poder ser felices.

Y entonces llega la duda.

Si el ser humano nace libre por naturaleza y tiende subconscientemente a tener esos ratos de libertad, ¿quién es más humano? ¿El niño, o el civilizado?
 

sábado, 27 de abril de 2013

Tender.

Hace poco encontré de entre todos los papeles, apuntes, dibujos y notas entre amigos que fueron escritas en alguna hora aburrida de clase, una redacción que hice hace años para un trabajo de lengua.
En esa hoja de papel, escrita a pilot azul y letra redonda, se leía un encabezado en color morado al lado de mi nombre.
"¿El corazón atiende a razones que el corazón ignora?"
Me puse a leerla y no pude evitar reírme. Aún me acuerdo del momento en el que escribí esas palabras. Harta de hacer trabajos y harta de que me hicieran pensar en el amor, cuando nunca había conocido a nadie que me  importara tanto como para pensar en un más allá de "este está bueno".
El resumen de mis pensamientos de entonces era un "por mucho que el corazón te suba a las nubes, la razón siempre te mantendrá los pies en el suelo".
Inocente de mi. Que no sabía que iba a volar tan alto, que aunque la razón intente clavar mis pies en la tierra,  una parte de mi está tan arriba que hace cosas que se escapan de mis intenciones.
Inocente de mi. Que ignoraba la existencia del puto subconsciente.
Y es que, aunque la razón te diga que no, el corazón sigue latiendo fuerte. Tan fuerte cuando piensas en esa persona que te llega la sangre a cada parte de tu cuerpo y te hace hacer cosas de las que te arrepientes, pero que quieres seguir haciéndolas.
Esa tentación de hacerlo por ti, sin pensar en las posibles consecuencias.
Y sabes que no debes seguir. Que nunca lo harías. Que vas a acabar haciéndote daño.
Tu razón te lo dice cada noche al acostarte. Tu razón te lo dice cuando se da cuenta de que tus pensamientos se están rigiendo por latidos, y no por conexiones.
Y sabes que son solo ilusiones. Pero como buen masoquista, el corazón no te deja parar.
La respuesta es si.
El corazón atiende a razones que la razón ignora.
Razones que intentas comprender. Razones que la razón intenta ganar y que cuando lo consigue, estás tan hundido en la mierda que pierdes la razón en todos los sentidos.
Razones que se convierten en sus reglas del juego. Juego en el que no se sabe qué ganas, pero sí lo que estás perdiendo.
Y no paro de preguntarme: ¿A qué juegas?
Y no paro de responderme: no lo se.

People.

Es irónico cómo hay personas que tienen esa capacidad de hacerse un hueco en tu vida, convertirse en especiales solo por la manera que tienen de ser, sin querer, y cómo personas que pretenden hacerse especiales, sabes que acabarán desapareciendo de tu vida.
No conozco a muchas personas, pero sí que conozco a mucha gente. En el tiempo que llevo respirando me he encontrado con varias maneras de ser, y lo siento, pero no puedo evitar analizar. Es tanto el tiempo cruzándote con los mismos, que acabas conociendo mucho de ellos.
No me gusta la gente pretenciosa, gente que de tan perfecta quiere ser, no se da cuenta de que toda su perfección es artificial. Gente que juzga todo lo que no hace ella. Gente que se antepone a sí misma antes que a los demás. Que no miran más allá de su ombligo, y que además, no es que se pase por el forro el tuyo, sino que además opina sobre él.
Gente que pretende hacer mella en tanta gente, que al final es olvidada por todos.
Supongo que cada uno es como es, pero lo triste es que hay gente, que de tantas facetas que se hace mostrar, no tiene definición.
Sin embargo luego está ese tipo de gente cuyo lema es "vive y deja vivir". Gente que pasa desapercibida, pero que en su interior esconde una persona tan grande, que te llegas a preguntar cómo consigue esconder algo tan enorme en algo tan diminuto como un cuerpo humano. Gente que no entiende de superioridad e inferioridad. Gente que se convierten en personas.
Dicen que el tiempo pone cada cosa en su lugar, y es cierto. Porque el tiempo necesario para conoceros, os pone a cada uno en un lugar del corazón de los que os rodean.


El mundo necesita menos gente, y muchas más personas.






viernes, 12 de abril de 2013

Capítulo X.

Alimentamos la vida con sueños.
Preferimos morir durmiendo a mantener los ojos abiertos.
Vivir en un mundo creado por nosotros en vez de en uno de carne y hueso.
Somos inconformistas pero vagos.
Y por eso saltamos cualquier bache en vez de arreglarlo.
Siempre a lo fácil.
Siempre a rendirse.
Tenemos un cerebro para alimentarlo de pensamientos sobre cosas que podríamos hacer, pero que por miedo o vagancia se quedan en eso, en meros pensamientos.
Y es que tenemos el mundo en nuestras manos.
Pero un agujero en ellas.
No sabemos aprovechar lo que se nos brinda.

Cada día es solo uno. Cada segundo es un instante irrecuperable. Y cada cosa que no hemos hecho ya no lo haremos de la misma manera.
Ya dijo alguien que "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes", pero, ¿realmente nos daremos cuenta algún día de lo que tenemos?
Nacimos con ojos.
Pero eso no significa que podamos ver.


Se nos escapa entre los dedos.

viernes, 29 de marzo de 2013

Sing.

Vacío.
Como una cueva oscura, en la que solo hay un pequeño charco de agua. Un charco que se va haciendo cada vez más hondo. 
Solo escucho gotas caer. Y mis ganas de levantarme con ellas.
Corro hacia el final de la cueva. Pero me fallan las piernas.
Vuelvo a escuchar ese tren pasar. Vías de tren por el techo. De nuevo me recorre el miedo.
El momento en el que al ser humano se le dio la capacidad de elegir es el mismo en el que se le dio la capacidad de corromperse.
Todo es más fácil cuando te dicen lo que tienes que hacer. Cuando te dan todos los pros. Y ningún contra.
La vida es arriesgarse. Pero solo hay una.
Y empiezan otra vez las preguntas.
¿Y si es demasiado tarde?
¿Y si nunca es tarde?
¿Y si no pierdo nada?
¿Y si lo pierdo todo?
Rehacer una vida cuando se está rehaciendo es jugar con el destino.
"Más vale lo malo conocido" vs "Más vale prevenir".
Me veo nadando en ese charco. Chapoteando. 
Me sumerjo y me voy alejando poco a poco de la luz.
De repente, oscuridad.
Grito.
Pero nadie me escucha.
Abro los ojos y solo veo las burbujas que expulsa mi aliento.
Nado en busca de la luz. Pero no la encuentro.
Siento cómo el agua atraviesa mis pulmones.

Tic tac.

Se me acaba el tiempo.
 
 

domingo, 17 de marzo de 2013

Día 14.

Estoy en uno de esos momentos en los que me apetece tirar mi vida por la ventana. Echarme a la bebida. Perder la consciencia con un verde. Uno de esos momentos en los que nada tiene sentido y si lo tiene, está tan oscuro y escondido tras la maleza que no se si por pereza o por pesimismo no me apetece encontrar.
Uno de esos momentos en los que echo de menos todo, pero a la vez quiero empezar de nuevo. En los que no es que más me valga lo malo conocido, sino que lo necesito.
Uno de esos momentos en los que mis motivaciones no me llevan a ningún sitio, porque ya está la otra parte de mi, o la mía de verdad, que me baja a la realidad y me recuerda lo que un día dijo un tal Murphy.
Y es que no sirve de nada. No sirve de nada decirme lo que valgo si ni yo me lo creo. No sirve de nada tirar la vida soñando, ya que los sueños en sueños se quedan.  No sirve de nada no pensar, ya que es solo ocultar lo evidente.
Y quiero gritar en silencio. Quiero estar sola. Soltar mi mierda a una pared y llorar durante horas. Decirle a la gente que estoy harta de preocuparme por sus problemas cuando ellos solo miran a sus propios ombligos. Que ahora mismo me importa una mierda las vidas ajenas. Quiero desaparecer durante días, olvidarlo todo y volver con un lavado de mente. Y es que este vacío que llena mi vida no me representa.
Estoy perdida.

sábado, 9 de marzo de 2013

Semanas.

Odio los días de lluvia. Odio la lluvia. Odio la gente que ama la lluvia. Odio esa sensación de humedad en todo el cuerpo. Esa mezcla de frío y calor. Odio tener las piernas caladas y los pies congelados. Ver todos los coches pasar desesperados, salpicando todo el agua de la carretera sin siquiera mirar si te va a empapar. Odio que caigan gotas por todas partes. Taparte por mil sitios y acabar como si no te hubieses tapado.
Sin embargo amo los momentos después de la lluvia.
Después de la tormenta viene la calma. Una calma de ambiente frío pero sin viento. Arropada por la chaqueta mientras camino por las calles solitarias de la ciudad. Cruzando un par de miradas por cada 200 metros. Mirando al cielo y respirando el aire que ha limpiado la lluvia. De repente siento paz.

Solos el aire, el frío y yo.


domingo, 27 de enero de 2013

.

No me gusta que me presionen ni me digan lo que tengo que hacer.
No me gusta que me digan lo que soy ni lo que dejo de ser.
No me gusta que tengan delicadeza cuando me hablan solo cuando les interesa.
No me gusta que me traten de otra manera distinta a los demás.
No me gustan los falsos ánimos.
Ni tampoco tener que molestar a los demás con mis problemas.
No me gusta que me echen cosas en cara una vez que me han perdonado.
No me gustan los comentarios irónicos que esconden una puñalada por detrás.
No me gusta no poder expresarme.
No me gusta no poder confiar.
Ni tampoco confiar y que lo utilicen en mi contra.
Se supone que al tener la misma sangre debería ser diferente.
Pero cada día que pasa siento que mi sitio está con los de sangre distinta.
Like a fish out of water.