sábado, 27 de abril de 2013

Tender.

Hace poco encontré de entre todos los papeles, apuntes, dibujos y notas entre amigos que fueron escritas en alguna hora aburrida de clase, una redacción que hice hace años para un trabajo de lengua.
En esa hoja de papel, escrita a pilot azul y letra redonda, se leía un encabezado en color morado al lado de mi nombre.
"¿El corazón atiende a razones que el corazón ignora?"
Me puse a leerla y no pude evitar reírme. Aún me acuerdo del momento en el que escribí esas palabras. Harta de hacer trabajos y harta de que me hicieran pensar en el amor, cuando nunca había conocido a nadie que me  importara tanto como para pensar en un más allá de "este está bueno".
El resumen de mis pensamientos de entonces era un "por mucho que el corazón te suba a las nubes, la razón siempre te mantendrá los pies en el suelo".
Inocente de mi. Que no sabía que iba a volar tan alto, que aunque la razón intente clavar mis pies en la tierra,  una parte de mi está tan arriba que hace cosas que se escapan de mis intenciones.
Inocente de mi. Que ignoraba la existencia del puto subconsciente.
Y es que, aunque la razón te diga que no, el corazón sigue latiendo fuerte. Tan fuerte cuando piensas en esa persona que te llega la sangre a cada parte de tu cuerpo y te hace hacer cosas de las que te arrepientes, pero que quieres seguir haciéndolas.
Esa tentación de hacerlo por ti, sin pensar en las posibles consecuencias.
Y sabes que no debes seguir. Que nunca lo harías. Que vas a acabar haciéndote daño.
Tu razón te lo dice cada noche al acostarte. Tu razón te lo dice cuando se da cuenta de que tus pensamientos se están rigiendo por latidos, y no por conexiones.
Y sabes que son solo ilusiones. Pero como buen masoquista, el corazón no te deja parar.
La respuesta es si.
El corazón atiende a razones que la razón ignora.
Razones que intentas comprender. Razones que la razón intenta ganar y que cuando lo consigue, estás tan hundido en la mierda que pierdes la razón en todos los sentidos.
Razones que se convierten en sus reglas del juego. Juego en el que no se sabe qué ganas, pero sí lo que estás perdiendo.
Y no paro de preguntarme: ¿A qué juegas?
Y no paro de responderme: no lo se.

People.

Es irónico cómo hay personas que tienen esa capacidad de hacerse un hueco en tu vida, convertirse en especiales solo por la manera que tienen de ser, sin querer, y cómo personas que pretenden hacerse especiales, sabes que acabarán desapareciendo de tu vida.
No conozco a muchas personas, pero sí que conozco a mucha gente. En el tiempo que llevo respirando me he encontrado con varias maneras de ser, y lo siento, pero no puedo evitar analizar. Es tanto el tiempo cruzándote con los mismos, que acabas conociendo mucho de ellos.
No me gusta la gente pretenciosa, gente que de tan perfecta quiere ser, no se da cuenta de que toda su perfección es artificial. Gente que juzga todo lo que no hace ella. Gente que se antepone a sí misma antes que a los demás. Que no miran más allá de su ombligo, y que además, no es que se pase por el forro el tuyo, sino que además opina sobre él.
Gente que pretende hacer mella en tanta gente, que al final es olvidada por todos.
Supongo que cada uno es como es, pero lo triste es que hay gente, que de tantas facetas que se hace mostrar, no tiene definición.
Sin embargo luego está ese tipo de gente cuyo lema es "vive y deja vivir". Gente que pasa desapercibida, pero que en su interior esconde una persona tan grande, que te llegas a preguntar cómo consigue esconder algo tan enorme en algo tan diminuto como un cuerpo humano. Gente que no entiende de superioridad e inferioridad. Gente que se convierten en personas.
Dicen que el tiempo pone cada cosa en su lugar, y es cierto. Porque el tiempo necesario para conoceros, os pone a cada uno en un lugar del corazón de los que os rodean.


El mundo necesita menos gente, y muchas más personas.






viernes, 12 de abril de 2013

Capítulo X.

Alimentamos la vida con sueños.
Preferimos morir durmiendo a mantener los ojos abiertos.
Vivir en un mundo creado por nosotros en vez de en uno de carne y hueso.
Somos inconformistas pero vagos.
Y por eso saltamos cualquier bache en vez de arreglarlo.
Siempre a lo fácil.
Siempre a rendirse.
Tenemos un cerebro para alimentarlo de pensamientos sobre cosas que podríamos hacer, pero que por miedo o vagancia se quedan en eso, en meros pensamientos.
Y es que tenemos el mundo en nuestras manos.
Pero un agujero en ellas.
No sabemos aprovechar lo que se nos brinda.

Cada día es solo uno. Cada segundo es un instante irrecuperable. Y cada cosa que no hemos hecho ya no lo haremos de la misma manera.
Ya dijo alguien que "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes", pero, ¿realmente nos daremos cuenta algún día de lo que tenemos?
Nacimos con ojos.
Pero eso no significa que podamos ver.


Se nos escapa entre los dedos.