viernes, 29 de marzo de 2013

Sing.

Vacío.
Como una cueva oscura, en la que solo hay un pequeño charco de agua. Un charco que se va haciendo cada vez más hondo. 
Solo escucho gotas caer. Y mis ganas de levantarme con ellas.
Corro hacia el final de la cueva. Pero me fallan las piernas.
Vuelvo a escuchar ese tren pasar. Vías de tren por el techo. De nuevo me recorre el miedo.
El momento en el que al ser humano se le dio la capacidad de elegir es el mismo en el que se le dio la capacidad de corromperse.
Todo es más fácil cuando te dicen lo que tienes que hacer. Cuando te dan todos los pros. Y ningún contra.
La vida es arriesgarse. Pero solo hay una.
Y empiezan otra vez las preguntas.
¿Y si es demasiado tarde?
¿Y si nunca es tarde?
¿Y si no pierdo nada?
¿Y si lo pierdo todo?
Rehacer una vida cuando se está rehaciendo es jugar con el destino.
"Más vale lo malo conocido" vs "Más vale prevenir".
Me veo nadando en ese charco. Chapoteando. 
Me sumerjo y me voy alejando poco a poco de la luz.
De repente, oscuridad.
Grito.
Pero nadie me escucha.
Abro los ojos y solo veo las burbujas que expulsa mi aliento.
Nado en busca de la luz. Pero no la encuentro.
Siento cómo el agua atraviesa mis pulmones.

Tic tac.

Se me acaba el tiempo.
 
 

domingo, 17 de marzo de 2013

Día 14.

Estoy en uno de esos momentos en los que me apetece tirar mi vida por la ventana. Echarme a la bebida. Perder la consciencia con un verde. Uno de esos momentos en los que nada tiene sentido y si lo tiene, está tan oscuro y escondido tras la maleza que no se si por pereza o por pesimismo no me apetece encontrar.
Uno de esos momentos en los que echo de menos todo, pero a la vez quiero empezar de nuevo. En los que no es que más me valga lo malo conocido, sino que lo necesito.
Uno de esos momentos en los que mis motivaciones no me llevan a ningún sitio, porque ya está la otra parte de mi, o la mía de verdad, que me baja a la realidad y me recuerda lo que un día dijo un tal Murphy.
Y es que no sirve de nada. No sirve de nada decirme lo que valgo si ni yo me lo creo. No sirve de nada tirar la vida soñando, ya que los sueños en sueños se quedan.  No sirve de nada no pensar, ya que es solo ocultar lo evidente.
Y quiero gritar en silencio. Quiero estar sola. Soltar mi mierda a una pared y llorar durante horas. Decirle a la gente que estoy harta de preocuparme por sus problemas cuando ellos solo miran a sus propios ombligos. Que ahora mismo me importa una mierda las vidas ajenas. Quiero desaparecer durante días, olvidarlo todo y volver con un lavado de mente. Y es que este vacío que llena mi vida no me representa.
Estoy perdida.

sábado, 9 de marzo de 2013

Semanas.

Odio los días de lluvia. Odio la lluvia. Odio la gente que ama la lluvia. Odio esa sensación de humedad en todo el cuerpo. Esa mezcla de frío y calor. Odio tener las piernas caladas y los pies congelados. Ver todos los coches pasar desesperados, salpicando todo el agua de la carretera sin siquiera mirar si te va a empapar. Odio que caigan gotas por todas partes. Taparte por mil sitios y acabar como si no te hubieses tapado.
Sin embargo amo los momentos después de la lluvia.
Después de la tormenta viene la calma. Una calma de ambiente frío pero sin viento. Arropada por la chaqueta mientras camino por las calles solitarias de la ciudad. Cruzando un par de miradas por cada 200 metros. Mirando al cielo y respirando el aire que ha limpiado la lluvia. De repente siento paz.

Solos el aire, el frío y yo.