domingo, 29 de enero de 2012

Don't wanna miss a thing.

Ese día salía tarde del trabajo. Deprimida, bajaba las calles mojadas de esa fría noche de invierno. Sentía cómo el viento helado era el único que estaba a su lado en esos momentos... Le echaba de menos, mucho. No podía soportar la idea de haberle perdido.

Miraba escaparates aleatorios tratando de quitarse su imagen de la cabeza… su largo abrigo negro, su camisa desabrochada, pelo negro alborotado… todo lo que más le gustaba y había decidido odiar para siempre.

Sólo el ruido de los tacones, el eco de sus pasos, era lo único que iba a oír esa noche. Ya no habría más noches en vela hablando sin parar, ya no habría más susurros diciéndole cuánto la quería, ya no habría más abrazos y ya no habría noches de pasión.

Los recuerdos la desmoronaban lentamente. ¿Infiel? ¿En serio? Se preguntaba a menudo, a la misma vez que su ceño se fruncía y sus labios hacían leer un “hijo de puta…”

Había estado con él más de tres años. Más de tres años enamorada del mismo hombre, el hombre que creía que iba a ser el definitivo.

Una lágrima recorría su mejilla derecha. Una única lágrima que escondía un gran llanto interior.

Se aproximaba a su apartamento. Apartamento que iba a estar vacío a partir de ahora. No más whiskys después del trabajo, no más duchas juntos, no más ropa desparramada en el suelo con la consiguiente discusión acompañada de un beso súbito para callarse mutuamente. No más sonrisas pícaras cuando la hacía de rabiar. No más nada.

Se disponía a abrir la puerta cuando de repente escuchó un ruido. Se dio la vuelta y allí estaba él, con el cuello de su abrigo subido, lágrimas en sus mejillas, ojos enrojecidos…

-Te echo de menos… no te imaginas cuantísimo…

-Vete de aquí, por favor…no me hagas perder más el tiempo…

-No puedo…

-No puedes qué.

-Seguir así, seguir con esta situación… Se lo que te dijeron, y sé que no me crees cuando te digo que no es lo que parece…

-Típico tópico de típico capullo. No te creo, no.

-Mira, soy un imbécil. Tendría que haberme dado cuenta de lo que pretendía… te juro que no quise hacerlo… me pilló por sorpresa… estaba pidiendo una copa y de repente se me abalanzó… la aparté en seguida y me fui de allí. No se lo que te habrán dicho esos hijos de… esos desgraciados… pero te digo que fue así, créeme por favor…

-Si, claro, y por eso no viniste a casa, no me llamaste, no me dejaste ni una sola nota para decirme por lo menos que estabas bien. De repente desapareciste, me dejaste tirada, con lo que me dijeron retumbando en mi cabeza… No me diste ninguna explicación.

-Tenía miedo…

-¿Miedo de qué?

-De esto… de esta situación, Claire. De que te lo dijera y no me creyeras, de mirarte a los ojos y decirte que había besado a otra mujer. Pero más miedo de llegar y que te lo hubiesen dicho otras personas con otra versión totalmente distinta a la real…

-Opción b, señores.

- Claire… te quiero, a ti y a nadie más de este mundo… ¿Crees que iba a consentir perder la mejor mujer del mundo por un rollo de una noche? ¿Crees de verdad que iba a estropear lo nuestro, 3 años, con todo lo que me costó tenerte? Esa sonrisa, esos ojos que me gusta mirar cada noche que pasamos juntos, esa manía tuya de morderte las uñas cada vez que te cabreas conmigo, cuando cantas en la ducha y crees que no te oigo, cuando me pegas en la mano cada vez que toco un cigarro y me besas lentamente para que se me quite el mono. Esas tardes enteras tumbados en la alfombra diciendo tonterías y rememorando viejos tiempos, las veces que llegas a casa cabreada, insultas a algo aleatorio de la casa y luego te me acercas sonriente a darme un beso en la mejilla y a preguntarme qué tal el día… ¿Crees que iba a permitirme el lujo de perder lo único que he amado y amaré en esta vida? No me lo perdonaría jamás… Perdona por no haberme dado cuenta, perdona por no haberte dicho nada, perdona por ser un idiota… perdona por estar tan enamorado de ti y habértelo demostrado tan poco…

Claire se le acercó y le dio una caricia en el rostro, ese rostro perfecto de ojos azules y mirada penetrante... Las lágrimas ya no eran las mismas. Ya no eran la manifestación de la angustia que la corroía, ya no eran tristeza sino felicidad. Él sonreía por fin. La abrazó fuertemente mientras le besaba cuello, mejillas y labios. Se miraron durante un instante. Cruce de azul y verde. Ojos brillantes con pupilas dilatadas completamente. Se tenían, se querían.

-Nunca me permitiré perderte.

Y de repente el viento frío se convirtió en brisa cálida. El ruido de los zapatos se convirtió en risas… ese apartamento no iba a estar solo ni una sola noche a partir de aquel día.



Nunca te permitas cometer el error de perder lo que más quieres, pues al final su recuerdo y ausencia hará de tu corazón los más pequeños pedazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario