lunes, 21 de mayo de 2012

Passes by.

Sentado en el sofá. Ese sofá que había visto cada etapa de su vida. Había aguantado la mierda como había aguantado la gloria.
De repente se encontraba sujetando una copa de bourbon que removía gradualmente con un ligero movimiento de muñeca. Con el eco del hielo como banda sonora.
¿Eso era la vida? Se preguntaba.
Hacía un repaso del pasado. De nacimiento a ese momento.
¿Había hecho todo lo que debía?
¿Era su destino encontrarse donde estaba?
Escuchaba el tic tac del reloj de pared que se hallaba en el pasillo. Miraba las fotos del pollete de la chimenea y volvía a remover el vaso frío con ese movimiento mecánico, casi involuntario.
¿Vivir es sufrir? ¿Es recorrer un camino que se nos impone? ¿Vivir es libertad? ¿Es placer? ¿Qué es vivir?
Se sentía impotente al no poder contestar.
Tic tac.
Cerraba los ojos y observaba el pasado de nuevo.
Se daba cuenta de que, al igual que cientos de personas, había recorrido un camino determinado. Determinado por las condiciones. Condiciones con las que nacimos al azar. Un azar que le ha tocado a cientos como él.
¿Consistía la vida en un mero azar predeterminado?
Tic tac.
Se había sacado unos estudios, se había enamorado, se había casado, había formado una familia. Como harían sus hijos, como harían sus nietos, como harían todos los que nacieran en sus mismas condiciones.
¿Es esto la vida? ¿Un repetitivo ciclo que protagonizan seres distintos? ¿Nacimos para esto? ¿O es solo una prueba para ver si podemos cambiar esa determinación?
¿Vivir consiste en variar a nuestra voluntad lo que está predeterminado para miles de seres?
Tic tac.
Se puso en pie y caminó vacilante hacia las fotos.
¿Y si no podemos variar lo determinado?
¿Y si  no podemos cambiar el final de la película?
Tic tac.
Miró la luna llena de reojo. La luz de la noche en la ciudad le impedía ver la belleza de esta.
Se miró en el reflejo de la ventana y recordó las veces que había visto ese reflejo, pero nunca el mismo.
La vida pasa, y al igual que empieza, termina. Nada más puedo asegurar.
Con esta frase dio media vuelta, acabó el bourbon y observó cómo el hielo, que se consumía lentamente, dejaba paso al agua.
Observó ese hielo durante un largo instante y entonces comprendió que no había mejor reflejo de sí mismo que algo que se consume.



Curioso como el sonido de un tic tac sea lo más parecido al sonido del motor que dirige nuestra vida.

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